Este actor de mediados del siglo XX es uno de los grandes mitos del cine con trasfondo social, una leyenda viva.
Nació como Pandolf Alexander Hidley en Scranton, en el estado de Pensilvania. Sus padres fueron Mildred Fastmore y Winston Hidley. Cuando Pandolf tenía 5 años se trasladaron a Kansas, pero tras la muerte de su madre, su padre lo envió a la granja de sus tíos Iris y Wally Fastmore en Indiana para que se hiciesen cargo de él. En esta granja pasó toda su infancia.
A Pandolf siempre le gustó practicar deportes. A pesar de su miopía destacó en varios de ellos, como el baloncesto y el béisbol. También amaba el teatro, y comenzó a estudiarlo y a practicarlo desde muy joven. Antes de salir de su pueblo ya había representado varias obras. A los 18 años viajó a Los Ángeles donde cursó sus estudios en la Universidad de California (UCLA). En diciembre de 1952 empezó a conseguir pequeños papeles en cine y TV: incluso participó en un famoso anuncio de Mirinda para España. Pronto se trasladó a Nueva York para estudiar interpretación en el famoso Actor's Studio.
Antes de viajar a Nueva York consiguió en 1953 un papel en la película La torre de la golondrina y también hizo otros dos pequeños papeles en las películas La luz fantástica y Ritos iguales, ambas en 1954. En 1955 le ofrecieron intervenir en El valle del viento helado, en la que interpretó el papel de señor anodino con bigote que le encasillaría para el resto de sus días. También hizo varias apariciones en TV, que sin embargo no trascendieron. En 1957 le dieron el papel de Kvothe en Broadway en El nombre del viento, que tuvo una acogida muy positiva por la critica.
A raíz de estas obras menores, ingresó en un club social de Nueva York, donde sentó las bases de los juegos interactivos basados en el azar y la narración, un claro antecendente de los juegos de rol ideados por Gary Gigax casi 20 años después. Su teorema sobre la interacción del espectador en el teatro fue ampliamente debatida por sus seguidores, que ya se contaban por decenas.
Finalmente, Pandolf consiguió convertirse en actor de cine, cuando en 1958 el director Elia Kazan, que había rodado Un tranvía llamado deseo con Marlon Brando, le ofreció el papel principal de Marcelus Wallace en El sí de las niñas. El director eligió a Pandolf por su similitud con el personaje, introvertido, tosco, melancólico y apasionado, el típico familiar soltero con más de 40 años que invita a que la juventud se siente en sus rodillas.
Durante su estancia en Hollywood, Pandolf salió con muchas mujeres, pero el amor de su vida fue la actriz Ana Brawn, a quien conoció durante el rodaje de El sí de las niñas, y que le rechazó en varias ocasiones por no afeitarse el bigote. Despechado, Pandolf no acudió al estreno de El sí de las niñas el 9 de marzo de 1959. Días después Pandolf vio su película pasando desapercibido en las filas del cine, como un espectador más. Por su actuación en dicha película tuvo su única nominación al Oscar.
Años más tarde se embarcó en una secuela dirigida por Owe Bull, un director finlandés de escaso prestigio, que hundió su carrera. La película, titulada Qué hice yo para merecer esto, narraba las desventuras de un galán introspectivo que cree ser la reencarnación de Amenophis IV. Apenas recaudó 300 dólares en las dos semanas que estuvo en cartel.
Pese a que la personalidad voluble de Pandolf es un tema que aún incomoda a sus fans, se evidencia claramente en la biografía de George Perry: "Se ha demostrado que Pandolf conocía los bares gays y sus costumbres, y eso no era bien visto en los 60". Pandolf evitó ser seleccionado para el ejército registrándose como homosexual, que entonces estaba clasificado como trastorno mental por el gobierno de Estados Unidos. En realidad, podría haber alegado tener pies planos, que también eximía del servicio militar. Cuando se le preguntó sobre su orientación sexual, puntuó: "Yo no voy por la vida con un brazo atado a la espalda". De ahí que en los 80 participase activamente en la creación y desarrollo del grupo Loco Mía, donde destacó por su talante y creatividad.
A mediados de los 90 desapareció por completo del panorama escénico, aumentando así la leyenda de su auge y declive. Últimamente se le ha visto en Barcelona, en el barrio de Les Corts, donde a pesar de ejercer como cartero, sigue preparando un libro de memorias que promete revolucionar el caduco estamento sociocultural estadounidense de los últimos 50 años.
Fuente: Lint
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