Han sido hallados en la Alpujarra los restos de las tres famosas hijas de Elena, que despejan las dudas de por qué no eran buenas.
Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres y ninguna era buena. ¿Por qué? Muy sencillo: eran las tres unas hetairas, barraganas, milongueras; es decir prostitutas. Esa es la conclusión a la que han llegado los todavía perplejos arqueólogos andaluces. En el fondo del barranco de Porqueira, en el corazón de la Alpujarra granadina, tres grandes toneles de vino quedaron a la vista tras los desprendimientos de tierra ocasionados por las fuertes lluvias de los últimos días. Dentro se encontraron los restos de tres mujeres jóvenes de edades comprendidas entre los 26 y los 22 años que vivieron en el reino de Granada antes de 1560, tras la conquista de la ciudad por los RRCC.
Según un romance anónimo local, la famosa Elena era Elena de Mendoza, viuda del empobrecido hidalgo castellano y cristiano viejo, Don Fermín de Mendoza, muerto en una escaramuza contra los moros en las proximidades de Morón de la Frontera. Al enviudar, Elena no tenía donde caerse muerta y se llegó a Granada atraída por la promesa real de casa gratuita y pensión vitalicia a los cristianos que se instalarán en la ciudad. Pero sólo obtuvo una casucha en el Albaicín y ninguna renta, dado lo cual convirtió su casa en un discreto burdel en el que trabajaban sus tres “hijas”: Julia, Paloma y Elena, una rubia, otra castaña y otra morena, a las que presentaba a sus clientes como cristianas vírgenes de buenas familias.
Sin embargo, los restos hallados contradicen estas afirmaciones: los afeites, alhajas y perfumes encontrados con los cadáveres eran típicos de las moras. Y algunas prendas llevan bordadas las letras A, F y M, iniciales de Axa, Fátima y Marién, famosas cortesanas de la corte nazarí. Además, en sus diminutos bolsitos, dentro de un pañuelito con Kohl, se encontraron profilácticos de tripa de cordero, no de cerdo, como sería habitual en los condones cristianos. Al ser mujeres de mala vida, no es de extrañar que las tres hijas de Elena, ninguna fuera buena... excepto en la cama. No se sabe si la causa de su muerte fue un crimen pasional, xenófobo o cayeron en las cubas como consecuencia de una estupenda melopea de la que ya no despertaron.
El gran misterio es saber cómo llegaron hasta el fondo del barranco desde su burdel, a unos 60 km de la capital. Quizá los asesinos aprovecharon las revueltas de La Alpujarra para enmascarar su crimen perfecto que finalmente ha salido a la luz. De Elena nunca más se supo.
Fuente: Farming News
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