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sábado, 2 de enero de 2010

Vidas bizarras: Melvin Priestley


Un hombre humilde cuya vida cambió tras un experimento. Se le considera el primero de una nueva era de famosos involuntarios.





De nacionalidad canadiense, nació en el seno de una familia campesina en las cercanías de la ciudad de Halifax el 18 de febrero de 1935. Sus padres deseaban para él una vida diferente, y por eso invirtieron todos sus ahorros en proporcionarle una educación impecable. Aprendió a leer a los 3 años, a los 4 ya era capaz de memorizar pequeños párrafos de la Biblia, y a los 5 consiguió su primera mención escolar con la redacción de un curioso texto en clave de ciencia ficción que trataba sobre una fantasiosa burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas subprime.



Al cumplir los 12 años, empezó su ardua tarea de memorizar con exactitud todos los lugares por los que pasaba, convirtiéndose así en una especie de callejero humano. También despuntó en su juventud por una precisión increíble con las armas de fuego, lo que le valió el apodo de "Sniper". Debido a esta puntería infalible, sucedió algo que le marcaría para siempre: las ferias itinerantes dejaron de pasar por los alrededores de Halifax, y Melvin se sumió en una oscura depresión de la que sólo saldría 5 años después.



En 1953 fue llamado a filas. El corte de pelo obligatorio supuso una liberación para él, y recuperó las ganas de vivir, así como su buena disposición por las armas de fuego. Allí conoció a Edward Gallen, un vividor con el que frecuentaba los locales de copas, y a Lionel Friward, que le enseñó a reinventarse a sí mismo. Graduado con honores tras dos años de servicio militar, regresó a Halifax con la intención de participar en un experimento de la Universidad de Ottawa.



Entre 1955 y 1960 entró a formar parte en unas pruebas que mejorarían su capacidad capilar, cerebral y amatoria. El profesor Ricardo Exon, doctor en Ciencias Experimentales y Homeopáticas, estuvo tratándole durante varios años a base de unas pastillas de extracto de farcino, que más tarde demostrarían ser un simple placebo. Sin embargo, la técnica funcionó y Melvin se sentía una mente privilegiada, además de un galán de poblada melena.



En 1958, en pleno experimento, contrajo matrimonio con Lucilla Westberg, una famosa cantante de jazz de la época. Fue uno de los romances más sonados del momento, ya que apenas se habían conocido dos semanas antes. Sin embargo, el amor se estropeó de tanto usarlo, y tras unos días de arrumacos, todo acabó como el rosario de la aurora. Melvin fue acusado de malos tratos, que jamás se llegaron a demostrar.




Aprovechando su teórica fuerza mental, Melvin inventó algunos dispositivos revolucionarios, como el primer televisor con pantalla táctil, una Thermomix primigenia, y el ordenador portátil a vapor. No obstante, estos primeros diseños estaban plagados de problemas: el televisor ofrecía una imagen en baja definición (312 líneas), el robot de cocina sólo obedecía órdenes verbales, y el ordenador necesitaba toda la potencia de un tren de vapor para funcionar. Aún así, varias fueron las compañías que se interesaron por ellos y le ofrecieron migajas por sus creaciones.



A raíz de este desafortunado encuentro con la ciencia, Melvin se volcó en la interpretación. Junto a otra rubia peligrosa, Caroline Lestrade, interpretó varias obras de teatro con resultados dispares. La más popular fue Ni contigo ni sin ti, una comedia musical que marcó un punto y final en la relación de la pareja de actores. En 1965, ya en solitario, Melvin comenzó a flirtear con la gran pantalla. Probablemente nadie recordará su partipación en La familia y... uno más (1965, Fernando Palacios), donde interpretaba a uno de los mejores amigos de Carlos Alonso hijo (Jaime Blanch).



Tras participar en más de un centenar de películas en todo el mundo, se presentó al casting para un nuevo film de ciencia ficción, La Guerra de las Galaxias. Consiguió quedar finalista para el papel de Han Solo, pero el nepotismo le jugó una mala pasada y fue Harrison Ford, carpintero de George Lucas, el que se llevó el gato al agua. Decepcionado, abandonó los escenarios y se enfrascó en la lectura.



En 1987, arruinado por la compra masiva de libros, decidió volver al mundo del espectáculo. El promotor Edward Gallen, un conocido de su juventud, le convenció para realizar una gira por Canadá en la que demostraría su habilidad con la motocicleta. El show entusiasmó a un público que llevaba muchos años deseando su regreso.




Pero Melvin se emocionó tanto con el entusiasmo de los fans que prometió un desafío único e inalcanzable: saltar veinte autobuses escolares puestos de lado, uno junto a otro. Lamentablemente, fue su último salto de gracia. Sus seguidores han montado una pequeña capilla en el lugar del accidente, al que peregrinan cada dos años. El próximo viaje a GraceJump, Toronto, se celebrará dentro de cuatro meses.


Fuente: Lint

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