El Gremio de Piropeadoras Profesionales, indignadas con Zapatero

Los severos recortes del Gobierno en Obras Públicas han ocasionado una auténtica debacle en este gremio, que se nutría de la mano de obra profesional y amateur.

El GREPIRO, Gremio de Piropeadoras Profesionales, está que trina de naranja y limón. A raíz del anuncio del recorte efectivo en Obras Públicas, que se suma al hundimiento irrefrenable de la construcción inmobiliaria en nuestro país, los piropos de estas profesionales ya no tienen objeto ni sujeto paciente.

Este sindicato no profesionalizado, e integrado en su mayoría por autónomas sin ánimo de lucro, se había especializado en el piropo indiscriminado al macho, fuere cual fuere su edad, condiciones físicas, psíquicas y socio-culturales. El piropo, especialidad del gremio, era emitido desde lo más profundo del alma, consentido por receptor y en muchas ocasiones coral (la piropeadora no anda nunca sola). Generalmente, estaba enfocado al macho de la construcción, quedando incluidos en su radio de acción como damnificados colaterales los jubilados entretenidos viendo las obras o los viandantes de cualquier pelaje adheridos a la obra por casualidad.

Con eslóganes tan pegadizos como “Moreno, yo te hacía de todo menos el Harakiri” o “ Niño, yo empezaba por tus pies de cerdo y acababa por tu cara de ángel”, las chicas del GREPIRO se habían hecho un hueco en el corazón de los obreros de todo el país. Además, su número de afiliadas se había cuatriplicado desde 2009, a tenor de la subida del paro femenino. Los beneficios del gremio eran indiscutibles y constatables. Un estudio independiente demostró con datos irrefutables el efecto motivador de estas “chicas calientes” (hot girls, en inglés) sobre los profesionales del tajo: “Tú, las veías llegar con sus minifaldas, bien arreglás, y pidiendo guerra y empezabas a alicatar con un ahínco que, oye, en dos horas te habías hecho una cocina y la despensa”, comenta Germán, excapataz de una obra de protección oficial en Vaciamadrid.

Por su parte, la Presidenta del GREPIRO, Amparo Muñoz, está que arde: “No hay derecho. Para nosotras no era una diversión: tenía efectos terapéuticos. Hacer que un hombre que apesta a sudado se sienta tan halagado por su belleza y fuerza bruta, a nosotras nos dejaba muy satisfechas. Mira, incluso chicas jóvenes y mujeres adultas que habían ingresado en el gremio con depresión están ahora como rosas, están que se salen. Pero lo más importante de todo es que lo hacíamos de corazón. Desde el fondo de nuestro ser. Estos recortes han sido un golpe bajo, muy bajo”.

Su futuro actualmente es muy incierto: ya se plantean hacer un fondo común para viajar a Europa del Este y a Magreb donde las obras siguen siendo una cuestión de estado… de estado de bienestar.

Fuente: Farming News